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Manu García se mueve como el balón en la media cancha: con ritmo, con intención, con dirección. Su carrera ha sido un viaje continuo por España, Inglaterra, Francia, Grecia y, más recientemente, Kansas City. Cada cambio de país, cultura e idioma lo ha ido moldeando. Y, sin embargo, a pesar de tanto movimiento, Manu ha sabido mantenerse fiel a su esencia: un jugador cerebral, equilibrado, reflexivo y profundamente competitivo.

Desde que llegó a Kansas City, Manu no ha perdido el tiempo en adaptarse. Su integración ha sido casi tan fluida como su juego. Eso se percibe en el campo, pero también en los momentos que comparte con sus compañeros fuera de la cancha.

“Hay un grupo muy bueno, hay un grupo de gente que son buenas personas y eso ayuda mucho,” dice. Su conexión con el equipo se ha forjado con rapidez, lo que ha ayudado a Manu aportar nueve asistencias y dos goles en su primera temporada con Sporting.

Un experto en navegar nuevas ciudades, Manu empezó a conocer a Kansas City a través del café. Al mudarse, Manu y su pareja compraron una máquina de espresso profesional. Aunque admite entre risas que sus ambiciones de barista se han relajado un poco, el ritual sigue siendo parte de su día a día, incluso ha encontrado varias cafeterías que recomienda.

“Me gusta mucho el Café Corazón, me gusta mucho Bisou y Messenger… hay uno que se llama Hi Hat, también, chiquitito, está cerca de Plaza. Está chulo.”

Su estilo de juego no es solo físico, es profundamente mental. Si has estado viendo la temporada, sabrás que Manu recibe muchas faltas.
“Bueno, yo creo que por mi estatura, pues recibo muchos braceos,” bromea. “Pero bueno, me gusta intentar tener el balón en los pies y al final es lo que pasa.”

Pero rara vez suelta el balón sin buscar crear algo.

En un reciente partido contra Charlotte FC, incluso terminó con puntos en la cabeza tras un choque. Aun así, siguió jugando. Y Sporting terminó ganando ese partido, gracias en parte a sus asistencias.

En el fondo, Manu es jugador cerebral. Se describe como reflexivo, incluso autocrítico hasta el exceso.
“Yo creo que pienso mucho en lo que hago, lo que no hago, los errores que tengo. Muy autocrítico, diría yo. Y a veces me castigo de más.”

Ese diálogo interno lo acompaña dentro y fuera de la cancha. No sorprende que su posición natural sea la de mediocampista. Cada pase cuenta, cada movimiento importa. Igual que su carrera: deliberada, calculada, jamás estática.

Fuera del campo, Manu es amigable y alegre, alguien que siempre está de bromas o disfrutando de una buena charla con sus compañeros. Pero dentro del campo, admite que se transforma.
“En el campo soy un poco más malo, más mala gente. Yo creo que es necesario en el campo ser un poco más perro, más malo.”

Esa dualidad, la calidez fuera del juego y la intensidad dentro es parte de lo que hace de Manu un jugador tan especial.

Esta ha sido una temporada larga. Tras haber jugado una campaña completa en Grecia, Manu ha disputado prácticamente todos los minutos en Kansas City. A pesar del desgaste, se ha convertido en un motor silencioso del equipo. Su visión, su entendimiento del juego y su inteligencia emocional han sido clave este año.
“Empezamos bastante mal, mejoramos, y nos está costando conseguir puntos de manera continua… Pero yo creo que estamos cerca,” reflexiona.

Más allá del fútbol, Manu aporta una madurez poco común. Su trayectoria internacional le ha dado una perspectiva especial, evidente en la forma en que habla sobre el manejo del cansancio, el cuidado del cuerpo y la preparación para el largo plazo. Es un viajero del balón… y de la vida. Un jugador que ha aprendido a moverse por el mundo con el mismo cuidado y precisión que demuestra en la media cancha.

Con cinco países a sus espaldas, Manu sigue dejando huella donde quiera que vaya.